Primera proyección comercial de una película
Cada una de esas tiras permitía ver durante apenas un minuto imágenes en movimiento tan sorprendentes y realistas que, más de un espectador trató de apartarse de la trayectoria del tren que llegaba a la estación de la Ciotat, el pueblo de los hermanos Lumière, inventores de aquel artilugio de barraca de feria.
Bien es verdad que a la gente le costó entrar a lo que parecía una exibición de linterna mágica, sobre todo en fechas como aquellas, en las que andaban pendientes de los preparativos de la celebración de final de año.
Sin embargo, uno de aquellos primeros espectadores de cine lo tuvo claro desde el principio. Se llamaba Georges Méliès e hizo todo lo posible por conseguir uno de esos aparatos para explotarlo comercialmente en su teatro.