Un nene construyendo un castillo en la arena de una plaza es una escena en extinción. El Ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño reemplazó los últimos 29 grandes areneros de la Ciudad por espacios de juego con baldosones de goma negros y multicolores. La modificación terminó el sábado, con la adaptación del arenero del Parque La Isla, en los terrenos del ex albergue Warnes, en La Paternal.
Es domingo, el día después del fin de un paradigma, en Avenida Constituyentes y Gutenberg, uno de los accesos a La Isla. Padres que crecieron bajo la postal más clásica de la infancia urbana vigilan a chicos que no terminan de acostumbrarse. Martín, de tres años, salta de una calesita en movimiento, instalada en un suelo de goma. Se tira al piso, queda ahí, inmóvil, como un herido. Tiene el brazo izquierdo estirado y con los dedos de la mano trata de convertir en partículas los pedazos de caucho negro.