Los sistemas de distribución de electricidad en países como Estados Unidos están siendo modernizados de forma gradual y transformados en redes inteligentes, que son capaces de utilizar comunicaciones de doble sentido y procesamiento informático. Pero esto las hace cada vez más vulnerables a los ciberataques. En una reciente investigación, el equipo de Sujeet Shenoi, de la Universidad de Tulsa en Estados Unidos, ha analizado estos problemas de seguridad.
Los ciberataques sofisticados sobre las infraestructuras avanzadas de medición constituyen un peligro claro y presente, tal como alerta Shenoi. Tales ataques afectan tanto a los clientes como a las compañías distribuidoras y pueden adoptar varias formas. Una de ellas es el robo de datos del cliente; ello puede por ejemplo permitirle a un ladrón determinar si una vivienda está ocupada o desocupada (un consumo eléctrico casi nulo puede delatar que los residentes están de fuera vacaciones y que por tanto es buen momento para entrar a robar). Otro fruto de un ciberataque contra infraestructuras avanzadas de medición puede ser tomar energía eléctrica de clientes particulares (el delincuente consume electricidad gratis y quien la paga es la víctima porque las lecturas de consumo registradas en cada factura no son en realidad solo las suyas sino también las del ladrón). Otro daño conseguible mediante un ciberataque de esta clase es alterar la red de tal modo que los abonados de una zona o todos ellos dejen de recibir suministro eléctrico, teniendo en cuenta que para un cese de suministro de esta clase no hace falta cortar cables físicamente.