“Corresponde al pueblo sirio determinar su propio futuro (…) Es evidente que el proceso no será sencillo y exigirá compromisos y concesiones de todos los participantes, incluido del gobierno sirio”, ha instado el presidente ruso, Vladimir Putin, este miércoles a la entrada de una reunión con sus homólogos iraní, Hasan Rohaní, y turco, Recep Tayyip Erdogan, cada uno promotor de diferentes facciones en el conflicto del país levantino. La reunión, en la ciudad balneario rusa de Sochi, fue convocada para avanzar en una solución a la contienda ahora que la inminente derrota del Estado Islámico en Siria impide posponer por más tiempo la negociación política.
En ella Putin se está erigiendo en mediador, enfundado en su traje de nuevo arquitecto de Oriente Próximo gracias a la pérdida de influencia estadounidense en la región. Y al incremento de la influencia rusa tras haber intervenido en la contienda siria y haber decantado la balanza militar del lado del Gobierno de Bachar el Asad, que ha recuperado buena parte del terreno perdido hace dos años. Precisamente esta importancia de Rusia en evitar la derrota del régimen le permite ahora a Putin presionar a su protegido. De hecho, Asad fue llamado a Sochi este martes y posteriormente Putin comunicó por teléfono al presidente Trump de EE UU y al rey Salman de Arabia Saudí la voluntad del presidente sirio por alcanzar un acuerdo, incluso de hacer una “reforma constitucional” y permitir elecciones presidenciales y legislativas libres. “No queremos mirar atrás y estamos listos para el diálogo con todos aquellos que quieran una solución política”, afirmó Asad junto a Putin.