Jorge Sampaoli mueve las fichas como debe hacerlo un entrenador que apuesta a cambiar la historia. Sin complejos. Sin ataduras. Sin miedos. Acosado por el tiempo y casi sin espacio para entrenar, piensa, charla, comparte videos con los jugadores y luego elige de acuerdo a su gusto. Así de simple. El mensaje, tan saludable como justo, no contiene grises: excepto Lionel Messi, se acabaron los intocables en la Selección.
Se comprende que Sampaoli resuelva marginar de la primera lista para jugar por los puntos a Gonzalo Higuaín. En el Centenario de Montevideo no podrá fallar Argentina. Se imagina un partido cerrado, con escasez de situaciones de gol. Para enfrentar un cuadro de ese tipo, se requiere claridad, cabeza fría, vacía de esos fantasmas que -cada vez más- sobrevuelan al Pipitaa partir de la acumulación de definiciones imperfectas en momentos clave de las finales frustradas.