l Estado nacional gastó en marzo más de $ 180 millones en la compra de la histórica Confitería del Molino, pero no se hizo cargo aún de su puesta en valor. El emblemático edificio de Callao y Rivadavia continúa en ruinas, abandonado y con riesgo de derrumbe en los sectores más afectados. El envío desde el Ministerio del Interior, Obras Públicas y Vivienda al Congreso de unos $ 500 millones para la restauración y posterior transformación en un centro cultural con museo, como lo estipuló la ley de expropiación de 2014, no se concreta.
Arquitectos del Plan Rector de Intervenciones Edilicias del Congreso -organismo que debería encargarse de la puesta en valor de la confitería, que integra el área conocida como Manzana Legislativa- lamentaron que aún ni siquiera se les haya permitido ingresar en el lugar para realizar un relevamiento técnico de su estado. El inmueble, clausurado hace dos décadas, sufre graves patologías, típicas de las construcciones deshabitadas por tanto tiempo. “Sólo cuando Interior nos pase la partida podremos empezar a funcionar”, dijeron fuentes del Senado. La Comisión Bicameral destinada al seguimiento del proceso de restauración tampoco se creó aún.