En plena campaña, un dirigente macrista que un año más tarde ocuparía un rol importante en la gestión Cambiemos deslizó ante éste y otros periodistas lo que imaginaban como la llave para ganar en el futuro en los feudos del peronismo. “Les ponemos el voto electrónico y se acabó”, dijo confiado.
Fueron gobierno, pero con el tiempo comprobarían que no era tan sencillo: la reforma electoral pasó por Diputados, pero se empantanó en el Senado.
Tampoco eliminaron las PASO, como también habían sugerido, aunque terminaron siéndoles útiles en 2017, mas fueron su perdición en 2019, cuando la presidencia de Mauricio Macri terminó abruptamente ante la contundencia del resultado de las primarias. Sobrevino entonces una fuerte devaluación, tiro de gracia para la reelección.
Aunque lo contrario suene bien para el republicanismo, todo traspié legislativo erosiona al gobierno que lo promueve sin éxito. Vale como dato para esta administración, en cuyas filas ya imaginan eliminar las PASO, al menos para la próxima elección: la pandemia, que solo terminará cuando exista la vacuna -y para eso falta al menos un año-, es un argumento contundente que alcanzará para imponer su suspensión. Que será definitiva en 2023, para cuando el Frente de Todos espera tener el número suficiente para disponerlo por mayoría simple. Si lo consideran necesario. En las legislativas les servirá que no haya PASO, simplemente porque el peronismo se ordena fácilmente cuando no es gobierno -salvo excepciones, cuando fue oficialismo, el kirchnerismo no usó ese recurso, y en el llano tampoco lo aceptó-, y estiman que así le complicarán la vida a una oposición que ya viene alertando sobre el tema, convencida de que tendrán que esa ya es decisión tomada en el Frente de