La historia del “barco fantasma” que navegó casi 60 kilómetros a la deriva sobre el río Paraná es también la de la industria naval argentina. La nave es, en rigor de verdad, el casco de un buque en construcción que pertenece el Estado y que está abandonado hace dos décadas. Infobae conversó con el dueño de Astilleros Corrientes SA, Miguel Gutnisky. “Estamos muy preocupados”, confesó.
A Gutnisky se le escapan las fechas y los nombres. “Fue todo hace más de 20 años”, se justifica. El dato no es menor, sino que es una señal del trasfondo del caso: la desidia del Estado al que pertenece la nave, pero que nunca se hizo cargo. “Lo podrían vender o seguir construyendo. Sólo el motor con la caja debe valer unos 2 millones de dólares”, evaluó el empresario.
Cuando a Astilleros Corrientes SA le encargaron la construcción del ahora “barco fantasma” venía de una época de enorme prestigio construido con algunos hitos, como la exportación a los Estados Unidos de dos plataformas submarinas de perforación. Lo cierto es que, según recuerda Gutnisky, en 1993 una empresa privada consiguió financiamiento del Fondo Nacional de la Marina Mercante para construir un barco y la licitación la ganó la empresa ubicada en la margen izquierda del kilómetro 1.200 del río Paraná.